FRANCIS BACON
Regresamos al viernes de #artpills con el dublinés Francis Bacon. Este polémico artista supo transgredir las reglas del arte desde sus cimientos, minando el campo plástico con figuras que recorren lo más oscuro de la mente humana.
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Regresamos al viernes de #artpills con el dublinés Francis Bacon. Este polémico artista supo transgredir las reglas del arte desde sus cimientos, minando el campo plástico con figuras que recorren lo más oscuro de la mente humana. Si bien su obra tiene como eje principal el juego dimensional y la problematización de la perspectiva planimétrica, el objetivo de este artista es la experimentación constante con las figuras que están ocupando el espacio del lienzo. Este último parece plano y sin volumen, artificio que se logra por el uso de colores sólidos, esquemas de cajas o figuras geométricas. La importancia del espacio es que se vuelve un escenario óptimo para representar cuerpos que destilan movimiento mediante cada poro.
Bien sea el cadáver de un animal, un autorretrato en una silla, o un cuerpo cuya gestualidad es completamente inquietante, cada obra de este artista es la muestra de su preocupación por no solo el espacio y cómo este se vuelve esencial para mostrar el movimiento en un medio bidimensional como el lienzo, sino también, la investigación de los estados afectivos por los cuales puede transitar los cuerpos. Desde el dolor, pasando por la furia o la ira, Bacon nos trae en su trabajo todo un abanico de afectos que se expresan mediante pinceladas que fluctúan entre lo abstracto de la figura y la fijeza del espacio en el que se representa. Prueba de esta lucha por conquistar el movimiento y la afectividad de los cuerpos es su obsesión por el uso de los trípticos. En ciertas ocasiones no basta únicamente un solo escenario, hace falta todo un estudio entre cómo se relacionan la figura y su medio, el cuerpo y el color.
Por Lefebre Subastas pasó una serigrafía creada 1977. En esta obra se puede constatar un motivo recurrente en la obra de Bacon: el autorretrato. Aquí el artista hace que el espectador centre su atención en la violencia del gesto de su cuerpo. Además de tener una postura inusual, el rostro tiene la deformación característica de la plástica de Bacon. De tal forma, se hace un centro de gravedad donde la figura humana parece atraer y repeler al mismo tiempo a los demás elementos que están presentes en la obra.