BEATRIZ GONZALEZ
Interesada por la imagen y cómo reproducirla, Beatriz González se ganó el título de artista pop. Calificación que, sin embargo, no parece interesarle ni encasillarla.
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Interesada por la imagen y cómo reproducirla, Beatriz González se ganó el título de artista pop. Calificación que, sin embargo, no parece interesarle ni encasillarla. Su trabajo dialoga con la cultura popular, con las crónicas rojas, los periódicos, las imágenes cotidianas. Sin embargo, las aproximaciones que ha hecho a estas materias pictóricas ha sido de tal forma que parece rebasar, sino reinventar, el arte genéricamente llamado pop. Así, sus colores sólidos y precisos, que dibujan siluetas y figuras sobre telas, metales, maderas u otros materiales de los cuales se ha valido González, muestran que su genio artístico va más allá de lo popular de una forma ingenua, ya que sus obras cargan ironía y crítica social. Su misión artística es clara, el convertir las imágenes del día a día en una oportunidad de revisitar y repensar escenarios de violencia. Desde las masacres hasta la problematización de figuras presidenciales, la obra de Beatriz González es completamente ácida y permite entablar nuevas aproximaciones políticas y sociales. De ahí que sus obras puedan tomarse como reaccionarias, pero al mismo tiempo sean un útil del pueblo para pensar su historia y revisar su memoria.
Tal como es característico de su trabajo, González nos trae una deformación de la imagen en esta obra. En “Duelo con pañuelo” (2018) se reapropia de dos de sus obras más importantes: “Zócalo de una tragedia” (1983) y “Zócalo de una comedia” (1983). Mostrando el dolor y la angustia de quien espera malas noticias (o quien ya las ha recibido) González retrata un episodio constante de nuestra realidad colombiana: el malestar de quien se ha visto enfrentado a momentos de desesperación como consecuencia de hechos violentos. Esta pieza, al ser leída dentro de nuestro contexto, permite no solo la crítica, sino también la posibilidad de pensar otro futuro que se abre una vez la tragedia ya se ha vislumbrado. Es una crítica positiva, en el sentido que guarda la esperanza de quien aprende de su historia y utiliza la memoria no como estigmatización, sino como herramienta para forjar nuevos caminos políticos.